Me pregunto ¿contra qué estoy enojada? Tal vez contra el sistema, contra la burocracia que se impone, contra la sociedad, la familia, el destino, el desamor. Si puede ser, estoy enojada con el universo, ¿seré una resentida social?, no, pensándolo bien el resto del mundo no tiene la culpa de mi padecer; en consecuencia la respuesta seria estoy enojada conmigo misma.
Y estoy enojada por no poder dominar lo que siento, por ser obsesiva, pro ser ilusa, por vivir en un mundo de ilusiones. Estoy enojada por vivir pendiente de los demás, por no poder decir que no por temor a que no me quieran, todo mendigando un poco de cariño, un poco de aceptación, pero entonces la pregunta sería ¿Cómo me van a aceptar si no me acepto yo? Y me miro al espejo y odio mi imagen, odio mi ser y la bronca se convierte en angustia, en soledad, en un nudo en la garganta, en lágrimas que caen. Y me da bronca que cada vez que pienso que estoy bien me destruyo a mí misma, sin poder ponerme un freno, me da bronca ser como soy y por más que intente cambiar no logro hacerlo.
Y ya no se distinguir si estoy enojada, si tengo bronca, si es odio, compasión, angustia o dolor. Y me encierro sola en mi mundo de depresión, bajo las cortinas grises de la desesperación, y pido a gritos ayuda pero parece que mi voz no se escucha, o quizás no quiero que se escuche, y me bifurco, y son dos que viven en mí, pero una, aquella oscura consumida por el resentimiento, por el odio, por la angustia, calla a la otra aunque esta grite lo más fuerte posible que está cansada de todo lo que sucede, que ya no quiere guardar tanta bronca hacia los demás, hacia sí misma, que quiere tomar las rienda de su vida, que quiere dominar sus impulsos, que quiere ser feliz.